Llega junio y con él los nervios de los últimos exámenes y las ganas de terminar el curso. Un curso en el que nuestros profesores han estado ahí, enseñándonos no solo a resolver problemas de matemáticas, sino también problemas del día a día.
Quizás no seamos conscientes de ello, pero, ¿os habéis parado a pensar en cuántos años de nuestra vida pasamos rodeados de docentes? De unos guardaremos mejor recuerdo que de otros: el profe que nos caía bien, el que nos caía peor, el que nos hacía reír o el que nos hacía sudar… Pero al fin y al cabo todos ellos han aportado su granito de arena para enseñarnos algo mucho más importante que matemáticas, geografía o química. Nos han enseñado valores. Y queramos o no, todos ellos nos han ido moldeando para ser hoy las personas que somos.
Por eso creemos que los maestros se merecen un detalle, un regalo, un recuerdo que puedan ver todos los días y haga que se acuerden de nosotros.
A todos nos cuesta salir de la cama por las mañanas, pero con un buen café o té cargamos las pilas para afrontar el nuevo día, así que por qué no regalarle una taza para recordarle cada mañana que es el o la mejor profe del mundo mundial?
Sabemos que a la hora del almuerzo, o en las horas de claustro de profesores siempre entra el gusanillo, por eso una cajita de bombones quizás también sea un buen detalle para darle las gracias a tu profe por todos sus esfuerzos invertidos.
Los maestros siempre llevan mil cosas encima: estuche con muchos bolis rojos para corregir exámenes, la agenda, algún cuaderno con apuntes, los trabajos corregidos que tiene que devolver y a veces pierden cosas por el camino porque no les cabe todo en las manos. Con este regalo no sólo le estarás haciendo un favor a tu profesor sino que también será la envidia entre todos los demás maestros! Está claro que la bolsa de yute para profes es un detalle que le encantará.
Otra idea muy bonita para darle las gracias a tu docente por tantos años de paciencia y dedicación, es hacerle el regalo de una lámina que le recuerde cada día que ha hecho un buen trabajo. Que le haga ver que todos sus esfuerzos han servido para algo y que sus alumnos, digamos, incluso se sienten orgullosos de sus profesores.
Al final, la ilusión con la que se hace el regalo es lo que de verdad cuenta. Y sean unos bombones o una bolsa donde cabe hasta el peor examen del curso, lo van a disfrutar porque al fin y al cabo, no hay mayor orgullo para un maestro que ver a sus alumnos crecer y aprender.
Y como dijo H. Adams “Un profesor trabaja para la eternidad: nunca sabrá hasta dónde llegará su influencia.”